lunes, 12 de noviembre de 2007

CARTA A LOS GÁLATAS - SAN PABLO

CARTA A LOS GÁLATAS - SAN PABLO :


La gracia de la libertad cristiana
Este es el motivo de la carta, la libertad y la salvación. Pablo en esta hermosa carta prosigue su conflicto con los ya conocidos judaizantes, y esta vez se dirige a una comunidad que ha sido engañada por ellos y que ha terminado por desconocer la autoridad de Jesús.

¿Quiénes eran los gálatas?
La región de Galacia, era una antigua región de Asia Menor. Esta región se ubicaría hoy en el centro de Turquía.
Por esta zona pasó el apóstol Pablo predicando en su segundo viaje. Los judaizantes que se llamaban a sí mismos cristianos, rechazaban a Pablo, y sostenían la siguiente doctrina:
MAPA DEL TERCER VIAJE MISIONERO DE SAN PABLO.

- Jesús es el Cristo y el Salvador del Mundo. Murió y Resucitó para nuestra salvación, pero anunció la salvación a los israelitas, pues esta salvación está prometida por los profetas al Pueblo de Israel.
- Por tanto, no se puede ser cristiano si antes no se hace uno del pueblo de Israel y se circuncida cumpliendo los preceptos que Dios le dio a Moisés.
- El que no esté circuncidado no se puede salvar, y aún si ha sido bautizado no se salva, ya que sólo Israel y quienes sean del pueblo de Israel se salva.
- Por eso, para salvarse si uno no es israelita debe convertirse en judío, circuncidándose y haciéndose prosélito. Sólo así el bautismo cristiano tendrá plena eficacia. No hay que olvidar que Jesús nunca renegó de su fe judía.
Enfrentados con Pablo en el Concilio de Jerusalén, tuvieron que aceptar la orientación de la Iglesia: para seguir a Jesús alcanza la fe y no es necesaria la práctica de la ley mosaica (ver Hechos 15,1-29).

Los gálatas manipulados
La comunidad de los gálatas estaba integrada por paganos no judíos, que al no tener conocimientos ni experiencia de fe, se habían dejado seducir por estos seudo cristianos, que pretendían predicar su doctrina en contra del Apóstol.
Pablo se entera de las maniobras de estas personas y escribe esta carta para aclarar su posición y hacer que los gálatas no se desvíen de la verdadera doctrina de Jesús.
De entrada nomás Pablo se presenta como apóstol de Cristo y les afirma en contraste con los judaizantes que su llamado de Apóstol no viene de los hombres sino del mismo Dios (Gál 1,1).

La posición de Pablo
En primer lugar, Pablo deja bien claro que no son los judaizantes los que tienen autoridad para contradecirlo, sino que lo que él les ha predicado es la auténtica doctrina de Jesús y que ésta no puede deformarse ni contradecirse. Ningún "otro Evangelio" tiene cabida en la fe de la Iglesia.
"Me extraña que tan pronto hayan abandonado a Dios, que según la Gracia de Cristo, los llamó para seguir otro evangelio. No es que haya otro evangelio, sino que ciertas personas han sembrado la confusión entre ustedes, y quieren cambiar radicalmente el Evangelio de Cristo. Pero aunque viniéramos nosotros mismos, o viniera del Cielo algún ángel para anunciarles el Evangelio de otra manera que lo hemos anunciado, ¡sea maldito! Ya se lo dijimos antes, pero ahora lo repito, si alguien viene con otro Evangelio que no es el que ustedes han recibido: ¡sea expulsado! Comprueben ahora si trato de conciliarme con los hombres, o si más bien obedezco a Dios. ¿Creen que busco agradar a los hombres? Si todavía buscara yo agradar a los hombres, ya no sería siervo de Cristo. Pero sepan hermanos, que el Evangelio que les prediqué no es doctrina de hombres, y tampoco lo recibí, o lo aprendí de un hombre, sino por una revelación de Cristo Jesús" (Gal 1,6-12).
Pablo afirma entonces que no es cuestión de que cada uno interprete el Evangelio, según su gusto y placer. Esto explica por qué la Iglesia más adelante se ha preocupado de dejar bien claro y por escrito en qué creemos los cristianos, y cómo interpretar la Palabra de Jesús. Esto se traduce en los credos o símbolos de la fe, que son oraciones que expresan lo que nosotros creemos. Por ejemplo, el Credo Apostólico que rezamos en la celebración de la Eucaristía dominical. Éste es el fundamento de la puesta por escrito de los "dogmas de fe" que son formulaciones concretas y escritas de esas verdades. Ellas no son invento de la Iglesia, sino como afirma Pablo, son revelación de Cristo Jesús.

"Revelar" quiere decir, quitarse los velos, darse a conocer. Las verdades de fe, que componen el Evangelio (Buena Noticia de Jesús) y que nosotros anunciamos y predicamos no son más que una explicitación de lo que Jesús ya dijo para nuestra salvación. La Iglesia no inventa nada nuevo cuando las formula, sino que las toma de lo que los cristianos ya creen y saben hace tiempo. Se explicitan cuando alguien o algunos, como hicieron estos judaizantes adversarios de Pablo ante los Gálatas, tergiversan o modifican lo que Jesús dijo.

La experiencia de fe del Apóstol
A continuación Pablo cuenta su conversión, su encuentro con Jesús en el camino de Damasco, su pasaje de ser perseguidor de la Iglesia a ser apóstol de Cristo, el reconocimiento de la validez de su propuesta de fe y su ministerio de parte de los apóstoles de Jesús, y su misma vocación como apóstol que fue confirmada por ellos (Gál 1,11-24; Gál cap. 2).

La doctrina proclamada por el apóstol
Hay algunas verdades que son esenciales, y que el apóstol defiende clara y fuertemente, que son el fundamento mismo de la libertad del cristiano.
1) Los cristianos afirmamos que la salvación se da por la fe. No son las buenas obras las que nos salvan, ni tampoco las prácticas piadosas o la circuncisión, o la pertenencia al Pueblo de Israel; lo que nos salva es la fe en Cristo. Sólo la fe puede transformarnos en hombres nuevos que obren la justicia. Si no fuera así, ¿para qué vino Cristo? Si sólo basta la buena voluntad del hombre y sus cualidades humanas Cristo habría venido en vano (ver Gál Cap. 3).

2) Los preceptos de la Ley de Moisés no son lo que salva al hombre, por el contrario pueden transformarse en una maldición. Pues si uno está obligado a cumplir la ley, va a descubrir su incapacidad para hacerlo. El creyente está sujeto a lo que Pablo llama los "deseos de la carne", es decir, el egoísmo, y la tendencia al mal, lo que nos impide cumplir la Ley. Si dependemos sólo de la Ley y nos sujetamos a ella, lo único que seremos es esclavos, temerosos del castigo de Dios. No lo amaremos, sólo le tendremos miedo (ver Gál 3,11-22).

3) La Ley cumplió la función de educarnos cuando éramos niños en la fe, para que pudiéramos llegar a ella. Una vez que lo hemos conseguido, debemos superar este modo de vivir, y sentirnos hijos de Dios, sujetos no a la obediencia temerosa del que teme ser castigado, sino al amor de Dios, y a su Gracia. Pretender volver a vivir como los antiguos israelitas, es un retroceso que nos hace perder la libertad que habíamos ganado con el Señor Jesús (ver Gál 4 y 5,1-12)

4) Hay que dejarse conducir no por la Ley sino por el Espíritu Santo que transforma nuestro corazón y nos ayuda a superar la maldición de la Ley. Sólo el Espíritu Santo nos hace vencer los "deseos de la carne" o sea el egoísmo, la soberbia y la injusticia, superándolos por el amor, la bondad, la fidelidad y el dominio de sí mismo. Estos son los frutos del Espíritu Santo.
La salvación hace que nadie se crea superior, y da lo mismo ser judío que no serlo. Ser israelita o no, no es lo que importa. No hay privilegiados en el camino de la Salvación. Somos todos iguales en dignidad ante el que nos ha salvado.
"Ya no hay diferencia entre quien es judío, y griego, entre los esclavos y los hombres libres, entre el hombre y la mujer. Pues todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús" (Gál 3,28).
( P. Eduardo Ojeda ).
FUENTE : www.chasque.net/umbrales
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.

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