lunes, 1 de septiembre de 2008

¡ QUÉ SANTO ! - SAN PABLO.

¡ QUÉ SANTO ! - SAN PABLO - EN EL AÑO PAULINO.Pablo digiere el cristianismo.
Lo mastica, lo rumia, lo asimila y crece con él. Crece y hace crecer. Convida a Cristo. Medita, refuta, proclama, grita, reza en el silencio de su lámpara y su pluma; vuela, se golpea y vuelve a levantarse.
La vida que San Pablo comienza a vivir con Cristo y en Cristo es una vida nueva enraizada e instalada en su realidad cotidiana, su mundo y sus desafíos reales.
Nada lo detiene a Pablo porque él se entrega.
Nada detiene al viento. Se lo puede evitar un rato pero nunca impedir que sople. Se podrá uno proteger pero jamás lograr que amaine.
Pablo es intrépido, sagaz, combativo, firme.
Pablo es dulce, tierno, mínimo y vulnerable.
Cuando habla por Cristo es enorme; cuando se mira al espejo, diminuto.
Continente de un contenido que a su decir, no puede callar.
Garganta que se entrega al grito para ser voz de los que ya no pueden hablar.
Corazón de corazones paralizados.
Sangre de anémicos.
Vista de ciegos.
Oídos de sordos.

Nada detiene a Pablo porque no es Pablo quien avanza.
Es él, sí, pero no del modo limitado en que lo fue hasta el día de su entrega.
Es otro Pablo, uno nuevo, uno que sólo el milagro del encuentro puede recrear, que sólo el milagro de la conversión puede hacer nacer de nuevo con ese nacimiento que Nicodemo no pudo comprender de boca de Jesús.
Pablo explica a Jesús porque Jesús vive en Pablo.
Jesús susurra y Pablo dice en voz alta.
Jesús sugiere y Pablo, no sabe cómo hacer para que la Buena Noticia intuida y revelada sea pan para el hambre de tantos.
Su docilidad en lucha constante consigo mismo lo hace urticante y aterciopelado el mismo tiempo. Yerro y acierto. Paz y fuego.
Pablo es camino de milagro posible. Primer caído del caballo. Primer elegido de un Cristo que, desde Pablo, nunca más dejó de elegir de ese modo.
La Pascua explota en Pablo cuando lo llena de vida.
La vida, explota enjuagando la muerte y reduciéndola a polvo.

Cuantos de nosotros podríamos ser Pablo hoy.
¡Cuántos!
Cuantos hemos tenido un encuentro con Jesús y sin embargo, lo guardamos en el cajón de los recuerdos-lindos-de-parroquia.
Cuantos, fuimos tocados por el mismo Cristo y sin embargo, luego de haber vuelto a ver, optamos por quedar nuevamente ciegos, sordos y mudos.

El mundo necesita Pablos. Muchos Pablos. Miles de Pablos. Miles que se jueguen hasta el tope, hablando, diciendo, dialogando, luchando por todo aquello que todavía nos resuena en el corazón y que no deberíamos callar.
Jóvenes, adultos, mayores, niños.
Miles de Pablos que se animen a traducir la Buena Noticia al idioma de aquellos que dominan el mundo (nuestro mundo) con su cultura y su poder.
Pablos sin vergüenza.
Pablos sin tapujos, sin pelos en la lengua; arriesgándonos a hacer de más con tal de nunca, pero nunca, hacer de menos.
Pablos apasionados por el amor y amantes.
Pablos que se entreguen al Resucitado y no a la apatía soporífera de pescar en la pecera.
Pablo se arriesgó a más.
Mar adentro.
¡Mar adentro!
¿Les suena?

Aprovechemos este año tan especial para leerlo y releerlo. Sus cartas son para nosotros. Somos todavía sus comunidades dispersas, sus lectores ávidos, sus hijitos en la fe.
Tengamos confianza.
¡Vayamos por más!
Amén
¡Amen!
( Pablo Muttini ).

ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

No hay comentarios: