por Ángela C. Ionescu de Buenafuente
Bendecid al Señor, ángeles suyos (Sal 102)
Una galaxia de amor,
miles de estrellas,
miles de astros, de soles, de lunas,
mil vías lácteas, mil nebulosas,
miles de osas, de carros, de luceros:
una galaxia de amor.
El mundo entero,
la creación, es metralla
de una gran explosión provocada
por una carga de amor.
Hay amor en la savia del árbol que brota,
hay amor en el árbol que duerme el invierno,
hay amor en las hojas caducas que caen
amarillas, rojas, naranjas, marrones,
y -ay- aún verdes.
Lleno de amor está el lecho del río
y el estanque, y el lago, y el mar, y la fuente.
Lleno de amor surca el cielo el buitre
y el águila planea sobre un aire de amor.
Es amor lo que corre por las venas del lobo
y el amor se inserta en las plumas del ave.
De amor brota la hierba y verdean los prados,
cae la escarcha, se seca el verdor,
y la liebre, en su madriguera,
ha horadado la tierra en mandato de amor.
Sobre verdes y ocres, en las grietas y pastos,
sobre sueño apacible o en bullicio y fragor,
sobre el llanto humano y sobre todos los gozos
late la vida que le da el amor.
Hay amor en la flor que ríe en la cuneta
y es amor la corola de la flor del jardín.
Es amor lo que surge en los manantiales
y el amor sale en chorro en la fuente del pueblo.
Es amor lo que surca el cielo en la aurora
y es amor lo que tiende nubes en la tarde.
Tiemblan de amor las estrellas en la noche
y las fases de la luna cambian por amor.
Por amor se encienden las luces en las calles
y es latido de amor el trepidar del motor.
Es el amor lo que calma a los hombres las prisas
y los pasos que corren los mueve el amor.
La creación es un beso de amor incontenible.
Yo soy un beso de Dios.
Y los ángeles cantan su gloria
desde el amanecer a la puesta del sol
y bendicen su nombre sin pausa
del ocaso a la salida del sol.
Bendecid al Señor, ángeles suyos (Sal 102)
Una galaxia de amor,
miles de estrellas,
miles de astros, de soles, de lunas,
mil vías lácteas, mil nebulosas,
miles de osas, de carros, de luceros:
una galaxia de amor.
El mundo entero,
la creación, es metralla
de una gran explosión provocada
por una carga de amor.
Hay amor en la savia del árbol que brota,
hay amor en el árbol que duerme el invierno,
hay amor en las hojas caducas que caen
amarillas, rojas, naranjas, marrones,
y -ay- aún verdes.
Lleno de amor está el lecho del río
y el estanque, y el lago, y el mar, y la fuente.
Lleno de amor surca el cielo el buitre
y el águila planea sobre un aire de amor.
Es amor lo que corre por las venas del lobo
y el amor se inserta en las plumas del ave.
De amor brota la hierba y verdean los prados,
cae la escarcha, se seca el verdor,
y la liebre, en su madriguera,
ha horadado la tierra en mandato de amor.
Sobre verdes y ocres, en las grietas y pastos,
sobre sueño apacible o en bullicio y fragor,
sobre el llanto humano y sobre todos los gozos
late la vida que le da el amor.
Hay amor en la flor que ríe en la cuneta
y es amor la corola de la flor del jardín.
Es amor lo que surge en los manantiales
y el amor sale en chorro en la fuente del pueblo.
Es amor lo que surca el cielo en la aurora
y es amor lo que tiende nubes en la tarde.
Tiemblan de amor las estrellas en la noche
y las fases de la luna cambian por amor.
Por amor se encienden las luces en las calles
y es latido de amor el trepidar del motor.
Es el amor lo que calma a los hombres las prisas
y los pasos que corren los mueve el amor.
La creación es un beso de amor incontenible.
Yo soy un beso de Dios.
Y los ángeles cantan su gloria
desde el amanecer a la puesta del sol
y bendicen su nombre sin pausa
del ocaso a la salida del sol.
FUENTE : www.revistaecclesia.com/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.
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