miércoles, 12 de noviembre de 2008

SAN PABLO Y LA JUSTICIA SOCIAL.

San Pablo y la Justicia Social
La justicia social en la Biblia

En el Antiguo Testamento la justicia aparece como atributo del mismo Dios, Juicio de Dios, está compenetrada con lo religioso y lo moral. En el Nuevo Testamento se presenta como una rectitud moral que esta referida de modo impelente a Dios, además la justicia apela a un valor de interioridad. El apóstol Pablo al hablar de justicia en sus cartas, logra un cierto equilibrio entre la materialidad y el valor metafísico de la justicia. La justicia para el cristianismo es regalo de Dios. Dios a la vez que es justo, justifica por medio de su Hijo Jesucristo, el Mediador. Quien vive en la justicia, vive según la novedad de vida traída por Cristo, la justicia junto al amor se manifiestan en el servicio del prójimo.
La justicia de Dios actúa con dinamismo en la historia. Ésta, está asociada con la fidelidad, veracidad y la misericordia de Dios. Ella libera a la persona humana de la presión y persecusión de sus opresores. Ayuda a liberar al ser humano, haciéndole pasar de esclavo a hijo de Dios. De igual manera está ligada a este orden natural, establecido por Dios en la creación. Este mismo orden ha sido luego restablecido en Cristo por su muerte y resurrección.
La Justicia Social en las cartas paulinas: un nuevo orden social
Pablo era original de Tarso, costa sudeste del Asia Menor. Su ascendencia era judía y se cree perteneció al grupo de los fariseos, gente muy instruida que alimentaba las esperanzas mesiánicas de un mundo basado en la justicia. A él le tocó vivir en un contexto histórico marcado por una tensa paz, la pax romana o pax augusta. Este fue un período de paz impuesto por Roma en sus territorios conquistados, aunque se refería a la pacificación de los pueblos en el interior del estado romano, se siguió luchando con los pueblos germánicos, partos y otros en las fronteras o periferia. Por tanto dicha paz era fruto de guerras y sangre, haciéndola poco auténtica.
El emperador César Augusto tenía la intensión de mantener el dominio en los territorios conquistados. Una de sus tácticas para no perder los territorios que abarcaban desde la Britannia o lo que es hoy Inglaterra hasta Egipto y desde Siria-Palestina hasta Lusitania y Gaelicia lo que es hoy la Península Ibérica, lo fue la concesión de privilegios para las clases altas del imperio. Por ejemplo, a los judíos instalados en Grecia les benefició con un sinnúmero de favores tales como la reducción de los impuestos, la libertad del servicio militar así como el visto bueno para que celebrasen sus fiestas.
En sus cartas, el Apóstol de los Gentiles o Gentes, adopta conceptos e imágenes tanto de la apocalíptica judía, entiéndase lo enigmático o lo referente al fin de los tiempos, como del mundo griego de carácter más filosófico. Reinterpretando la concepción social de las divisiones entre polos opuestos como ricos y pobres, Pablo, encuentra la solución a la cuestión de los contrarios con la certeza de que la respuesta la proporciona una Única Persona. Al afirmar el cese del valor primario de los opuestos, Pablo quiere comunicar su convicción sobre la inseparabilidad de este cosmos por la acción presente del poder de la nueva creación de Jesús, el que seamos uno en Él.
¿Superación o unificación de los contrarios? Con Pablo se va abriendo paso en el cristianismo a una concepción global y unificadora de los fieles. Se relativizan las categorías antagónicas: hombre-mujer, esclavo-libre, pobre-rico, judío-gentil . Todos son invitados a participar por el bautismo de la nueva vida en Cristo. En Cristo todos y cada uno poseemos ahora una misma dignidad. Hay una vinculación a Cristo que trastoca tanto la dimensión vertical (comunión con Cristo) como la horizontal (comunión entre los bautizados).
La justicia de Dios recrea al ser humano llevándolo a su condición inicial de imagen de Dios pero ahora bajo el molde del hijo perfecto que es Jesús Maestro. Dios causa en el interior del hombre y de la mujer un nuevo orden. Pero esta realidad no es sólo una realidad interior sino también exterior (social, político y económico). El creyente no es para nada un sujeto pasivo que vive muy en solitario la experiencia de la justificación. Para nada es una persona sin raíces, fuera de la realidad histórica que le circunda y pertenece.
Cuando San Pablo insiste en sus cartas en el “hombre nuevo” inaugurado en Cristo se está refiriendo no necesariamente a la abolición de las diferencias de género, de clase social o étnicas sino que esta focalizando la atención sobre lo relativo que todo ello puede ser para la comunidad cristiana. El lugar que ocupa el cristiano en la comunidad de fe lo ocupa no por sus méritos o deméritos sino por la justificación realizada en Cristo Jesús. En la comunidad cristiana sólo hay hijos de Dios, hermanos en Cristo. Los carismas, en este sentido, se refieren a diversidad de servicios que apuntan hacia la edificación de la Iglesia pero no son de ninguna manera lo que define la realidad más esencial de cada uno de los creyentes.
Por el llamado recibido, el cristiano queda comprometido con Jesucristo, Señor de todo el Universo. Es decir, el cristiano por estar unido a Cristo ya no se pertenece a sí mismo sino que es pertenencia de Cristo. La vida del cristiano es un vivir en, por y para Dios por medio de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios.
Para Pablo, la seguridad que el poder romano ofrece es engañosa. Confía que la fuerza de la luz acabará con las tinieblas. Los cristianos, hijos de la luz, han recibido la armadura de Dios. Ellos llevan la coraza de la fe y del amor y el yelmo o casco de la esperanza en la salvación. Equipados con este poder sirven a la justicia verdadera y contribuyen a desplegar el poder último de Dios para la derrota de las fuerzas de la injusticia.
El cristiano ha sido liberado con el fin de convertirse en un miembro de Cristo. A través de él, Cristo obra a favor de la Humanidad entera. Lo que un cristiano hace de bien repercute a todo el cuerpo del Señor, que es la Iglesia y al mundo que es creación divina.
Entonces, frente a tantas injusticias nos tenemos que preguntar: ¿Hay tan pocos cristianos en el mundo? o ¿Qué nos pasa a los cristianos que tenemos los ojos ciegos ante las injusticias…? La justicia es compromiso con el débil. O, ¿es que no hay personas débiles ni marginadas en nuestro entorno? ¿Qué hacemos por ellos?
Hna. Daisy Torres fsp

La autora pertenece a la Congregación Hijas de San Pablo o Hermanas Paulinas en Puerto Rico.

FUENTE : cartapalabrayespada.blogspot.com/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

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